11.15.2007

Inés Infante 42



Sobre los hombros de Inés Infante hay una bola de cristal constantemente agitada. Se le hiela el vacío en los ojos con forma de garfio y sólo piensa en reventar su cabeza contra una esquina para sacar la nieve. El agua es el total de su cuerpo. Pone Inés los cinco sentidos en el asfalto que la aplana, donde se quiere fundir cada día, así empiezan sus garfios a clavársele en el estómago del insomnio, la oscuridad y la luz son de agua y tropieza en cada piedra del espigón de un mar que reniega de ella, ha olvidado el camino hacia las dunas y la nada se instaura emperatriz del fondo de la tierra mientras Inés Infante, desde el trueno de su vientre, se retuerce y se esconde de sus fantasmas.

Tiene Inés sus palabras latiéndole en las sienes y ese eterno folio que se estremece en blanco, busca en los recodos de su bolso, ha vuelto a perder, busca por cada lugar de su mente, invierte el camino y busca, extrapola los versos de nieve que la congelan, estúpida niña, no comprende, sigue buscando y busca y busca.

No hay comentarios: