8.07.2007

Inés Infante 23


A Nicolás


Un perro lame las heridas de los pies de Inés Infante, la despierta con la zapatilla en la boca, la busca eternamente. Siente Inés el desconcierto del ciclo, el principio de principios el girar de las ausencias y, siente la lengua del perro en su dedo índice del derecho pie, observa su rostro canino reclamando tiempo, pidiendo…se ahoga en la llanura del tengo sin tener y sin, careciendo de manos y de pelo, de extremidad que la enrede, entreviéndola esconderse entre los troncos de los árboles, de las choperas, bebiendo el curso sinsentido veloz sentido sin, acostada en la cama, cansada, Inés Infante no nació de pie, aunque se lo ocultan.

El calor cae seco sobre los hombros de la circunvalación de su sonrisa, el perro bebe sus carcajadas y se relame, se relame el perro de Inés Infante y entre dientes desencajados se cuela un rayo huidizo... los parpados de Inés Infante erosionan en la madrugada mientras sus piernas se quedan frías...

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