Inés se quedó muda, en medio del pub, mientras él se marchaba empezó a bailar con toda la fuerza de las palabras del chico apoyado en la columna, con turbante alrededor de un nido.
Al día siguiente Inés se levanta enferma, al salir de su portal en el banco de enfrente mira a Fernando dormir, Inés se siente tan vagabunda y cansada como él. Gira a su alrededor la sala de urgencias, en algún punto cercano al sueño, mientras se sujeta la cabeza. Al salir camina de lado, no consigue la línea recta en su trayectoria pero sí llegar al portal, comprobar que Fernando sigue dormido, subir, y desprenderse en la cama un número indefinido de horas que no consiguen acabar con su fatiga.
Inés Infante piensa en la devaluación de las palabras, las del chico con el nido en la cabeza eran las mismas que las de Don Quijote y Sancho, iguales a cientos de mensajes de su teléfono móvil, podía recordar esa palabra en muchos labios distintos, en algunos ojos diferentes, pero sí es cierto que pocas veces la sentía latir.
Mientras duerme Inés, trece pisos más arriba que Fernando, siente la conexión de sus ojos y su sonrisa, dándose para conseguir algo, alienado a normas sociales de las que huye.
3 comentarios:
Saludos Inés Infante, desde mi pequeña esquina infante de palabras... Besos
Mabel...siempre atenta desde tu quinduplicada existencia. Gracias por tus minutos preciados
Un beso desde la enfermedad,
Inés
Vamos a quedar Inés, en ese inframundo, al otro lado de la consciencia, podemos tomar una copa con nuestras fatigas, hacerlas hablar, confesar el porqué de sus torturas.
Un beso, poeta, y otro para Fernando.
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