A Lola Pan.
Armoniza Inés en apetencias pisando con el brío de un día elíptico, roza la tela del vestido por su cuerpo estival, de su jaula el festejo, vaivén de su contoneo acompañado. Camina Inés Infante con cuatro pies y dos bocas, tatuajes, pulso, paso, versando el camino de señas, paso, de redondas ventanas, paso, de hondura…
Una valla demoniza sus nalgas encarceladas, después, pulsera blanca y pasaporte a Parnaso, ondas mestizas entran por las muñecas abiertas, se cuelan los ritmos entre las agujas del reloj y van subiendo por los brazos, con la mano levantá y la mirada aunada en el cielo , acaricia Inés Infante una masa de aire y agua, dibuja su forma hasta acoplarla en su boca y entonces, devora con su lengua la nube.
Hilo de cristal, pirámide murano en verde, lago de canibalismo a chorros de aire rodean a Inés en una geografía de ingravidez, no existen puntos cardinales en este nuevo mundo, carece de meridianos, se expone inconcluso a sus cuatro pies adquiriendo dimensiones.
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