12.28.2008

Inés Infante 79



Inés se despereza en una rosa amarilla, sus pétalos acarician la piel desnuda, Infante, estremecida y asfalto de Inés. Se despierta Inés en una navidad estremecida, ausente y tan presente como el frío, como el fuego que la quema Infancia repetida en el armario de pino de su casa natal, en el cajón invisible de su mesita de noche, de sus ojeras emprendedoras, condenadas a sobrevivir, cálida cuna donde se mece el agua de sus glándulas y sus alhajas, de su amor caprichoso que destruye y construye en el pétalo amarillo de una navidad con alma de asfalto.

12.24.2008

Llega Inés a final de año con un 46 en la báscula y en la piel un 29, un agujero en las medias y un número indefinido de lágrimas, llega Infante en su cabreo con la vida y vieja y sabe de una caza de brujas en pleno siglo XXI. Le crecen montículos en el alma que no entiende, se le desarrolla el sueño en el corazón, le envuelven los dolores de ausencia, las cosas que no entiende, la duda.

Llega Inés a un fin de año vestido de negro, de largo, de acolchado en la raíz y con menos amor, se despierta de su Infante acorralada y corre hacia ningún lugar, para ponerse a salvo de la vida, pero no hay vida en ningún lugar y se duerme Inés para no verlo, para dejar caer las hojas de su costado, llover en las costillas que la sienten lejana y poca carne, deprimida.

12.21.2008

Cree Inés Infante en la poesía que abre sus branquias de medio pez, pero cuanta más arena aumenta el miedo, y esa presencia, en forma de veneno que duele de una forma sobrehumana y perpetúa duele…

Le duele muy hondo el alma a Inés y el dolor empaña sus ojos constantemente, le duele ahí, en el documento donde va escrito tu nombre, en tu flaqueza y la debilidad que se apodera de tu cuerpo, le duele muy hondo tu voz cansada y rota, tu roto cuerpo, tu pelo cayendo a puñados, tu vientre bajo descompuesto como su plexo infante y le urge verte, abrazarte tan fuerte que no te puedas ir.

Está Inés Infante en pena, en penacho, y su móvil callado sobre la mesa y sus lagrimas y el clínex lleno de mocos, siente su alma deshecha gritándole desde el pecho, siente la luna iluminando tus manos torpes que no pueden abrochar un botón, la vida y la muerte siente tan adentro que el mundo va perdiendo su sentido, se le asfalta el alma pobre, sin consuelo.

Inés Infante se hace un seguro de vida para suicidas.