12.24.2008

Llega Inés a final de año con un 46 en la báscula y en la piel un 29, un agujero en las medias y un número indefinido de lágrimas, llega Infante en su cabreo con la vida y vieja y sabe de una caza de brujas en pleno siglo XXI. Le crecen montículos en el alma que no entiende, se le desarrolla el sueño en el corazón, le envuelven los dolores de ausencia, las cosas que no entiende, la duda.

Llega Inés a un fin de año vestido de negro, de largo, de acolchado en la raíz y con menos amor, se despierta de su Infante acorralada y corre hacia ningún lugar, para ponerse a salvo de la vida, pero no hay vida en ningún lugar y se duerme Inés para no verlo, para dejar caer las hojas de su costado, llover en las costillas que la sienten lejana y poca carne, deprimida.

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