
Inés se despereza en una rosa amarilla, sus pétalos acarician la piel desnuda, Infante, estremecida y asfalto de Inés. Se despierta Inés en una navidad estremecida, ausente y tan presente como el frío, como el fuego que la quema Infancia repetida en el armario de pino de su casa natal, en el cajón invisible de su mesita de noche, de sus ojeras emprendedoras, condenadas a sobrevivir, cálida cuna donde se mece el agua de sus glándulas y sus alhajas, de su amor caprichoso que destruye y construye en el pétalo amarillo de una navidad con alma de asfalto.