3.02.2008

Inés Infante 54

Abre blanca Inés la puerta y camina deprisa, una hoja le señala la mariposa, para, sonríe, y sigue caminando deprisa, Inés abre azul la puerta y aprieta el pedal, baila sobre un bajo y una voz grave, toca la batería, entra de nuevo la voz y el contoneo de Inés, se arrebata en el tronco de un árbol milenario y sus pulmones abrazan la cadera de Eva, acarician sus manos la manzana… Cierra deprisa y blanca la puerta, camina hacia el lugar equivocado, se deja acompañar, sin destino Inés Infante veloz camina, escucha el crujir de sus recuerdos, bajo una bota una gota, gota sobre la otra bota. El entrecielo se abre de incertidumbre, se redescubre Inés bajo la luz, tambalea transversalmente un silencio, varias puertas, el sonido en la sangre del bajo, los martes, el árbol morado de sus muñecas, su hambre y su desgana, la cuna del cansancio que la mece, los ojos redondos donde respira, la falta de aliento, los similares días, soledad Inés y calles gente de la urbe, se tambalea la vida, el ciclo… cierra Inés azul la puerta.

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