Inés Infante es una sin techo, disfruta una eterna y profunda desubicación alarido de un cielo helado, peso en verso de un cuello atragantado en el recorrido de su columna vertebral, pecho del lecho malherido de Inés, obstrucción en base a una maltrecha cantata, anodina, afincada a la unas alas sin vuelo y sin, siente Infante el destierro de un amor malsano, comensal sin cubiertos de sopa fría, reflejo de la lluvia amontonada en el plato del padre que no sabe ser, de la desviación de una falda.
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