10.02.2010

Inés Infante 82

Inés Infante ve a través de la soledad, se le revuelven las tripas, contiene la respiración y obstaculiza los miedos, los odios, el cartel de rencor.

Infante macarra eructa sus quejidos, rapea su pena, es pequeña y quiere expandirse, crecer, desbordarse de esqueleto, abundar hasta la piel, descomponer el trueque del juego, ampliar sus conexiones neuronales, no sentir la soledad de la perra que camina delante de ella.

Inés mira a través de la soledad y ve más soledad, dilatada y puntiaguda en su planicie, lamenta el exorcismo, la guerra, y los animales atropellados en el asfalto.
Inés Infante es niña y perra, tripas revueltas y contenedora de respiraciones, obstáculo de miedos, arranca sus orejas al cartel del rencor, amplificada y puntiaguda, macarra, rapera de silencio.

Sueña en color Inés, un hombre con barba le advierte ideales, los órganos del hombre se están destruyendo, ella puede ver a través de su soledad, de la silente armadura que lo cubre.

El pecho de Inés Infante explota en infinitos fragmentos de fractal, escupe palabras durante años formando un nido, amor donde reposar sus huesos, la sangre, gotas, luto y duelo…Elipse cálido y blando, el nido de Inés Infante tiene ventanas para observar el mundo y unas alas.

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