Convergen los planos en el punto de partida de Inés bebiendo el río que emerge de la boca, la piedra Infante que tropieza punto a punto al escote del olvido y agua que camina, converge la eternidad en las teclas y se desanima en negro color que grita en nombre de una dalia, las curvas de asfalto que forman a Inés Infante en el entrecejo de un mal día y ser, la pupila de la luna acariciando el fracaso del que nace y vuelve a nacer convergiendo y reza y renuncia a las palabras que en forma de susurros la terminan.
8.29.2008
Inés Infante 72
Convergen los planos en el punto de partida de Inés bebiendo el río que emerge de la boca, la piedra Infante que tropieza punto a punto al escote del olvido y agua que camina, converge la eternidad en las teclas y se desanima en negro color que grita en nombre de una dalia, las curvas de asfalto que forman a Inés Infante en el entrecejo de un mal día y ser, la pupila de la luna acariciando el fracaso del que nace y vuelve a nacer convergiendo y reza y renuncia a las palabras que en forma de susurros la terminan.
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