7.03.2007

Inés Infante 16

En la vida de Inés Infante no existe una cronología, es un amasijo de recuerdos que circulan por ella en tubos transparentes a velocidades de ocho dígitos o de ninguno, por eso Inés vomita por cada recoveco de su angustia, por eso cuando era niña se metía en el armario y cuando violada se siente una cremallera estrangula los pellejos de su labio inferior al superior.

Las primeras veces de Inés Infante fueron clavos en la plantas de los pies, hoy son cicatrices que se abren con cada nueva primera vez, más infrecuentes pero más dolorosas, siempre en los mismos puntos dobles.

Destila sus ojos en lo global y lo nuevo, destripa gallinas en el callejón que la transporta a otra época, aquella en la que deseo vivir Inés Infante, donde la hubieran quemado y sus gritos, parte del fuego, fundidos con el aire, ensordecieran al mundo durante una milésima de respeto y reflexión, de tristeza profunda y alegría…poca, de la mierda que pisa Inés diariamente mezclada con las costras de su herida.

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