7.24.2007

Inés Infante 22


Le duelen a Inés las cuencas de los ojos, tiene una espina en la garganta y otra en la muñeca, se le clava la cueva laberíntica de la realidad agazapada a los pies, a Inés Infante le duele la vida en sus dos espinas corporales.

Le esta haciendo un sombrero a la sombra de su sombra, al negro que la cubre y la enmudece, a la manta que la tapa en verano y la destapa en invierno…un sombrero de palabras, de la paja acumulada en las cuencas, de manga ancha y silencio extenso, de espinas y cola de avión.

7.21.2007

Inés Infante 21



A Lola Pan.

Armoniza Inés en apetencias pisando con el brío de un día elíptico, roza la tela del vestido por su cuerpo estival, de su jaula el festejo, vaivén de su contoneo acompañado. Camina Inés Infante con cuatro pies y dos bocas, tatuajes, pulso, paso, versando el camino de señas, paso, de redondas ventanas, paso, de hondura…
Una valla demoniza sus nalgas encarceladas, después, pulsera blanca y pasaporte a Parnaso, ondas mestizas entran por las muñecas abiertas, se cuelan los ritmos entre las agujas del reloj y van subiendo por los brazos, con la mano levantá y la mirada aunada en el cielo , acaricia Inés Infante una masa de aire y agua, dibuja su forma hasta acoplarla en su boca y entonces, devora con su lengua la nube.
Hilo de cristal, pirámide murano en verde, lago de canibalismo a chorros de aire rodean a Inés en una geografía de ingravidez, no existen puntos cardinales en este nuevo mundo, carece de meridianos, se expone inconcluso a sus cuatro pies adquiriendo dimensiones.

7.08.2007

Inés Infante 20





Inés se quedó muda, en medio del pub, mientras él se marchaba empezó a bailar con toda la fuerza de las palabras del chico apoyado en la columna, con turbante alrededor de un nido.

Al día siguiente Inés se levanta enferma, al salir de su portal en el banco de enfrente mira a Fernando dormir, Inés se siente tan vagabunda y cansada como él. Gira a su alrededor la sala de urgencias, en algún punto cercano al sueño, mientras se sujeta la cabeza. Al salir camina de lado, no consigue la línea recta en su trayectoria pero sí llegar al portal, comprobar que Fernando sigue dormido, subir, y desprenderse en la cama un número indefinido de horas que no consiguen acabar con su fatiga.

Inés Infante piensa en la devaluación de las palabras, las del chico con el nido en la cabeza eran las mismas que las de Don Quijote y Sancho, iguales a cientos de mensajes de su teléfono móvil, podía recordar esa palabra en muchos labios distintos, en algunos ojos diferentes, pero sí es cierto que pocas veces la sentía latir.

Mientras duerme Inés, trece pisos más arriba que Fernando, siente la conexión de sus ojos y su sonrisa, dándose para conseguir algo, alienado a normas sociales de las que huye.

7.06.2007

Inés Infante 19

Un pensamiento de Inés Infante surge de un grano de arena y va expandiendo en halos crecientes y contenidos en una exclusión evolutiva, se va conformando en grescas de los menores, y sin embargo, carece de las pequeñeces propias de lo grande. Va creciendo en una evolución que increpa volver a ser grano, y convoluciona en un mundo sin esquinas, en un sueño de largo recorrido carente de meta…envolvente, absurdo, tan externo como interior, tan lúcido como etéreo, tan mentira como el nivel de opacidad del cristal de los ojos de Inés, tan principio como estancado se sumerja en los adentros y angustie lo efímero del todo. No avanza, se clava fuerte entre la uña y la piel, como una pincha negra imposible, como un vicio sin objeto ni ser humano que lo ejercite, se clava en el culo de la ficha de domino, en los puntos, en la doble blanca divina.
Inés Infante sabe que se machaca el mundo en las esquinas, las mismas que mean los perros y los borrachos.
Vomita Inés su deseo de encarecer el dolor, dilucidar el rechazo, buzonear lo políticamente incorrecto, el deseo propio del deseo, de los que desean, los proyectos, el comensal sentado a la mesa, la sombra del escritor sin folios, sin lápiz, el mundo machacando el deseo, el mismo escritor sin ganas… sin esquinas.
Le crecen esquinas a Inés Infante mientras el mundo se machaca sobre una minúscula plataforma.

7.03.2007

Inés Infante 18




Inés Infante es Dulcinea subiendo peldaños por una escalera de caracol, le alumbran los ojos de un búho que viaja sobre su cabeza enmarañándole el pelo, le empuja el viento de una ciudad que habitó antiguamente, le crecen y decrecen lunas al tiempo que sube la escalinata. Inés sabe que al final de la torre hay un balcón, y se intensifica en sus itinerantes tobillos rozando el borde de los escalones.

Inés Infante 17

Inés Infante cuestiona su existencia todos los martes últimos de mes, advierte dubitativa la inconsistencia de su persona, el desequilibrio de sus huellas, la intensidad de su caída, la verosimilitud con la muerte se convierte en una constante mensual; pero solamente la planea una vez al año, la viste de gala, la acoge en su regazo, le acaricia las mejillas con ternura…Inés Infante planea su muerte una vez al año, pero todos los meses sueña con ella.

Inés Infante 16

En la vida de Inés Infante no existe una cronología, es un amasijo de recuerdos que circulan por ella en tubos transparentes a velocidades de ocho dígitos o de ninguno, por eso Inés vomita por cada recoveco de su angustia, por eso cuando era niña se metía en el armario y cuando violada se siente una cremallera estrangula los pellejos de su labio inferior al superior.

Las primeras veces de Inés Infante fueron clavos en la plantas de los pies, hoy son cicatrices que se abren con cada nueva primera vez, más infrecuentes pero más dolorosas, siempre en los mismos puntos dobles.

Destila sus ojos en lo global y lo nuevo, destripa gallinas en el callejón que la transporta a otra época, aquella en la que deseo vivir Inés Infante, donde la hubieran quemado y sus gritos, parte del fuego, fundidos con el aire, ensordecieran al mundo durante una milésima de respeto y reflexión, de tristeza profunda y alegría…poca, de la mierda que pisa Inés diariamente mezclada con las costras de su herida.

7.01.2007

Inés Infante 15

Cae Inés Infante por lírica de luces de cristal olvidando el tacto del aire, cae y cae buceando dos mares introspectivos…aspas azules y amarillas a la suerte del viento y un conjuro, el gato del molino.

Amortigua la caída una tela que mece a Inés entre un pino y otro pino, olor a humedad, el hombre la abraza araña con toda la longitud de sus extremidades, maúlla el gato de Sancho Panza.

Inés permanece en algún lugar entre un imán de nevera y la nube que la escupió, justo a los pies del pino más próximo a sus muñecas…a la densidad del cuanto; serie del remo que impulsa.